La mirada de José

José tuvo su primera cámara a los 16 años. Desde entonces su amor por la fotografía ha ido creciendo. A veces se detiene ante un monumento, un paisaje, alguien que le llama la atención... pero sólo fotografía aquello que le toca el alma. Estas son algunas de las imágenes que hizo y seleccionó de nuestro viaje a Berlín.


El antiguo aeropuerto hoy parque de ocio


Convertido hoy en un amplio espacio de ocio;zonas verdes con pequeñas parcelas de huertos, accesibles a todo aquel residente en Berlín que lo solicite, amplias avenidas para pasear o circular en bicicleta por donde antes rodaban los aviones, el Tempelhof tiene muchas historias, no sólo de vuelos civiles y bélicos sino también algunas otras que abrieron un gran hueco a la esperanza.

En junio de 1948 Stalin ordenó a sus tropas bloquear todos los accesos por tierra y fluviales a Berlín Occidental. De esta manera, dejaría a los 2 millones de habitantes que ocupaban Berlín en aquellos momentos, sin suministros. La rendición estaba servida. Pero los aliados no se lo iban a poner fácil. Diariamente, fuerzas de la aviación estadounidense y británica empezaron a lanzar desde sus aviones más de nueve mil toneladas de bienes para que los berlineses pudieran mantenerse en pie.

"Precisamente en estas pistas del aeropuerto se encontraba un caluroso día de julio de 1948 el piloto norteamericano Gail Halvorsen, tras uno de esos vuelos. Al final de la pista, al otro lado de la alambrada, unos niños miraban los aviones que aterrizaban con los suministros. Gail se acercó a la alambrada y sacó dos chicles, los partió por la mitad y pasó los cuatro trozos a través del alambre de púas. No hubo pelea. Los niños que recibieron los trozos se lo pasaron a los demás, y éstos a otros, y a otros... tan solo para olerlos.

Detalle de una de las huertas de Tempelhof


Gail quedó impresionado y prometió a los niños que al día siguiente volvería y lanzaría desde su avión chicles suficientes para todos. Uno de ellos, haciéndose entender en inglés como pudo, preguntó: "Y, con tantos aviones volando, ¿cómo sabremos cuál es el tuyo?". "Moveré las alas", contestó el piloto. Dicho y hecho. Regresó a su base, compró en la cafetería un puñado de chicles y caramelos, y pasó toda la noche atando pequeños paquetes a tres paracaídas que hizo con tres pañuelos.

Al día siguiente Gail sobrevoló aquel lugar, balanceó las alas de su avión y su copiloto lanzó los tres paracaídas caseros con las golosinas, que fueron recogidas por aquellos niños. Durante tres semanas el avión de Gail repitió los lanzamientos. Tres pañuelos cada día... y cada vez había más niños esperando. El piloto quería mantener el proyecto en secreto porque "era algo que se supone no se debe hacer", pero un día el General Williams Tunner le llamó a su despacho y le enseñó un periódico berlinés con un extenso artículo sobre el lanzamiento de caramelos, donde aparecía una fotografía de su avión. El General felicitó a Gail y aprobó la continuación del proyecto. Se corrió la voz por todo EEUU, y Gail comenzó a recibir cajas y cajas de caramelos, chicles y dulces, muchos de ellos ya preparados con los paracaídas de pañuelos. La Asociación Estadounidense de Pasteleros también donó toneladas de caramelos para la causa.

Gail Halvorsen no podía ni imaginar que lo que comenzó con un puñado de golosinas y unos pañuelos suyos y de su tripulación, desembocaría en una espectacular operación que se denominó Operación "Little Vittles", y en la que, al final del bloqueo, alrededor de 25 aviones llegaron a lanzar 23 toneladas de chocolates, chicles y caramelos en diversos lugares de Berlín Oeste.

Gail Halvorsen consiguió elevar la moral de aquellos niños durante ese tiempo de incertidumbre y privaciones. Como un joven berlinés dijo más tarde: "No era solo chocolate. También era esperanza".

El bloqueo de Berlín concluyó el 30 de septiembre de 1949, al comprender las autoridades soviéticas que ni los ciudadanos de Berlín, ni las potencias occidentales, tenían intención de rendirse. Tempelhof Park. Metro: U-Boddinstrasse.

Imágenes de jóvenes que perdieron la vida intentando atravesar el muro


El Gedenkstäte Berliner Mauer (Monumento al muro de Berlín). Situado en la Bernauer Strasse 111, en la antigua zona de seguridad del muro, se encuentra un desgarrador museo: paneles audiovisuales, afloramientos de hormigón atravesados por metal oxidado, retratos de quienes murieron intentando huir. Entre dos inmensas placas de metal, una parte inmaculada del muro. A pocos metros, la Kapelle der Versöhnung (Capilla de la Reconciliación): Un sencillo edificio elevado en el lugar en donde la policía nazi destruyó la antigua iglesia, situada frente al Cementerio, detrás del muro. La torre de la iglesia tapaba un angulo de visión, era un posibilidad para la huída. Metro: S-Nordbahnhof


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